El faraón obtenía la llamada titulatura real que dictaba la ideología e intenciones del monarca durante su gobierno. El más destacado fue el Título de Horus porque era el más usado debido a que no se creó otro hasta mediados de la I Dinastía (Nesu-bit).
En los años en los que regían la I y II Dinastía, el rey no tardó en obtener un carácter divino y, como he mencionado anteriormente, se identificaba con el Dios Horus que representaba la naturaleza divina del rey.
El monarca estaba al frente de la administración central y territorial. Debajo del rey regían los nomarcas en los nomos (lo que equivale más o menos a las Comunidades Autónomas en España). Los nomarcas podían distribuir tierras, ordenar el almacenamiento del grano para los periodos en que hiciera falta, administrar el uso del agua y encargarse de canales de riego, diques o drenados y un largo etcétera.
Escultura de la cabeza de Narmer, fundador de la I Dinastía

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